Ante 20 mil personas Joaquín Sabina enamoró a sus incondicionales neuquinos, quienes vivieron un show para el recuerdo. - Piedra OnLine

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viernes, 12 de febrero de 2010

Ante 20 mil personas Joaquín Sabina enamoró a sus incondicionales neuquinos, quienes vivieron un show para el recuerdo.


Inolvidable Ante 20 mil personas Joaquín Sabina enamoró a sus incondicionales neuquinos, quienes vivieron un show para el recuerdo.
Neuquén > Con feliz cumpleaños incluido, una vez más Joaquín Sabina ratificó el amor que hace largos años lo mantiene unido a este país. Esta vez el español lo hizo de forma intensa en tierras neuquinas, donde unas 20 mil personas concurrieron al predio de Casino Magic para vivir –y revivir también- esas historias de amor y desamor que a lo largo de 30 años de trayectoria ha gestado el “genio de Úbeda”.
Mucho más cuidado que en otras etapas de su vida –hoy vive un período “de tranquilidad doméstica”, según supo declarar- pero con la misma cuota de humor que le suele imprimir a sus diálogos con su público, Joaquín Sabina lució entero y en dos horas ofreció un show inolvidable que incluyó algunas nuevas obras de “Vinagres y Rosas” (última placa editada el pasado año escrita mano a mano con Benjamín Prado), y por supuesto, eso clásicos que subsistirán en el tiempo.
De impecable traje y con su “archiconocido” sombrero bombín, el romance con sus seguidores comenzó con a las 22.15 con “Tiramisú de limón”, para que el mundo entero comience a vivir una noche para guardar en el disco rígido de su memoria.
El predio del casino que nuevamente se vio repleto –tal como sucedió con los shows de Ricardo Arjona y Daddy Yankee a fines de 2009- de una asistencia variada en edad y por qué no de status social.
“Viudita de Clicquot” (conocida como la “Grande Dame de Champagne”), “Ganas de…”-incluida en el álbum “Esa boca es mía”-, “Medias negras” fueron las canciones que le sucedieron a “Tiramisú…”. Precisamente, en el tercer tema citado alentó con un “Quereis cantar, carajo” para comenzar a agitar a sus seguidores.
Con esa voz quebrada por la melancolía y los excesos de antaño, Sabina estuvo respaldado por sus amigos Pancho Varona (guitarra, bajo y voz) y Antonio García de Diego (teclados, voz y guitarra) y la cautivante voz de la corista Mara Barros.

Humilde y hermoso
En sus primeras palabras con las 20 mil personas Sabina manifestó: “Hay mucha gente que cree que las canciones son un género menor, pero tan menor como es algo tan humildemente hermoso, que viajan tan rápido en trenes, barcos y aviones, que hacen un milagro. Por éso hacen que uno a tantos kilómetros de su casa en la Patagonia se sienta tan comprendido”, para que sus seguidores estallarán en aplausos y gritos.
Continuando con el show y tal como lo viene realizando en su anteriores presentaciones, “Con la frente marchita” sirvió para dar homenaje a Mercedes Sosa, Sandro y Eloy Martínez, dos amigos del cantante que dijeron adiós no hace mucho.
Absoluto protagonista, el trovador se vio enérgico en su paseo por el escenario, que lució una escenografía de terrazas urbanas que completaban el paisaje melancólico de las canciones.
Si bien de la última producción sonaron “Agua pasada” y “Cristales de Bohemia”, uno de los mayores picos de ovación y festejó sucedió “Por el boulevar de los sueños rotos”.
Más tarde y recordando esa amistad, que luego de una turbulencia, aún lo une a Fito Páez, Sabina se despachó con “Llueve sobre mojado”.
Promediando el espectáculo y luego de una pausa su romance continuó con “Sin embargo”, Canción para Magdalena”, “Nos sobran los motivos”, para arribar a uno de las obras que lo marcan a fuego: “19 días y 500 noches”. Más tarde y entrando en la recta final se hizo presente otros de los himnos, “Y Nos dieron las diez” pata terminar a esa altura con un público de rodilla a sus pies.
Una vez más y como lo vine haciendo en cada visita, Joaquín Sabina se encargó de presentar su DNI argentino, que hoy a sus 61 años de años lo tiene lejos de las tormentas de excesos con un espíritu e imagen más saludable, y con ese eterno amor de una de esas 500 noches, que un día ancló en el corazón de esta ciudad.

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