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viernes, 12 de febrero de 2010

Delirios oficialistas

OpiniĆ³n.
A
unque los Kirchner siguen contando con la ayuda de grupos de intelectuales que se esfuerzan por convencer a la ciudadanĆ­a de que en el fondo el "proyecto" sociopolĆ­tico del matrimonio es "progresista" y por lo tanto merece el apoyo de todos salvo los reaccionarios mĆ”s tercos, para defenderse contra sus crĆ­ticos tambiĆ©n dependen de personajes que, sin proponĆ©rselo, actĆŗan como infiltrados resueltos a perjudicarlos. SegĆŗn el piquetero ultrakirchnerista Luis D'ElĆ­a, es injusto culpar a NĆ©stor Kirchner por ser dueƱo de un patrimonio multimillonario y por su aficiĆ³n a la especulaciĆ³n financiera porque es nieto de "un usurero" del que habrĆ” heredado su dinero. Asimismo, la ultrakirchnerista Diana Conti no vacilĆ³ en declararse una partidaria incondicional no sĆ³lo del ex presidente sino tambiĆ©n del dictador genocida soviĆ©tico Stalin, responsable de la muerte de decenas de millones de hombres, mujeres y niƱos. De haber dicho un dirigente opositor que los Kirchner deben su fortuna a la usura y que en su cĆ­rculo Ć”ulico hay individuos que con orgullo reivindican la admiraciĆ³n que sienten por uno de los violadores mĆ”s crueles de los derechos humanos que haya registrado la historia de nuestra especie, tanto la presidenta actual como su antecesor hubieran hecho gala de su indignaciĆ³n, pero por tratarse de dos de los escasos simpatizantes que todavĆ­a les quedan, no les serĆ­a tan fĆ”cil desvincularse de ellos.

Otra manifestaciĆ³n de la incoherencia delirante que se ha hecho tĆ­pica del oficialismo fue brindada por la mismĆ­sima presidenta Cristina FernĆ”ndez de Kirchner cuando, en un alarde de autocompasiĆ³n, afirmĆ³ que "el drama de los Kirchner quizĆ”s sea vivir en blanco en una Argentina demasiado acostumbrada a vivir en negro, a vivir en la trampa. Es un problema vivir en blanco en la Argentina". ¿QuĆ© querĆ­a decir con eso? ¿Que a nadie se le hubiera ocurrido criticar a su marido por comprar dos millones de dĆ³lares en un momento de zozobra financiera, justo cuando ella misma se despachaba con su vehemencia habitual contra los especuladores que apostaban contra la moneda nacional, si hubiera tenido el buen sentido de llevar a cabo el operativo en el mercado negro? ¿Que en la Argentina es mucho mejor pasar por alto los engorrosos detalles legales ya que "vivir en blanco" equivale a crearse "problemas"? ParecerĆ­a que sĆ­, que a juicio de la presidenta de la RepĆŗblica resulta mucho mĆ”s inteligente mofarse de la ley de lo que es intentar respetarla.

Como es notorio, la primera mandataria y los raleados equipos intelectuales que le suministran ideas suponen que en Ćŗltima instancia lo que mĆ”s importa es "el relato", que con tal que la gente imagine cierta cosa –corresponda o no a la realidad, da igual–, se sentirĆ” conforme con la gestiĆ³n del gobierno. Por suerte, la Argentina es una democracia, no una tiranĆ­a como la soviĆ©tica o la nazi en la que los poderosos pueden encarcelar o matar a quienes se niegan a comprometerse plenamente con la versiĆ³n oficial, pero asĆ­ y todo resulta preocupante que Cristina siga aferrĆ”ndose a una teorĆ­a de connotaciones tan siniestras a pesar de que a esta altura sea evidente que los encargados de vender su "relato" sĆ³lo atinen a pronunciar dislates. Para que el gobierno kirchnerista termine bien los casi dos aƱos que segĆŗn el calendario constitucional aĆŗn le quedan, serĆ­a necesario que adoptara actitudes un tanto mĆ”s realistas que las manifestadas Ćŗltimamente, pero a juzgar por la conducta y la retĆ³rica de la presidenta y su marido, ademĆ”s, claro estĆ”, de los integrantes del cerrado cĆ­rculo Ć”ulico kirchnerista, se han refugiado en un mundo de fantasĆ­a que estĆ” alejĆ”ndose cada vez mĆ”s del paĆ­s que efectivamente existe, uno en que para justificar la voluntad de NĆ©stor Kirchner de aprovechar toda oportunidad que surja para hacer negocios sus adictos nos informan que es natural porque, al fin y al cabo, su abuelo fue un usurero, en que una mujer que desempeƱa un papel decisivo en el Consejo de la Magistratura supone que ser una totalitaria estalinista deberĆ­a ser motivo de orgullo y, como si todo esto ya no fuera mĆ”s que suficiente, la presidenta insinĆŗa que acatar las reglas formales es propio de ingenuos incapaces de entender que en la Argentina que su marido gobierna, directa o indirectamente, desde hace casi siete aƱos, es siempre mejor vivir al margen de la ley.
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