Por Fernando Castro
Hasta ayer Oscar Parrilli tenĆa un rol importante dentro del Gobierno. Desde hace mĆ”s de una dĆ©cada formaba parte del nĆŗcleo “duro” del kirchnerismo.
Primero con NĆ©stor y ahora con Cristina. Pero su designaciĆ³n al frente de la SecretarĆa de Inteligencia lo coloca en un rol clave.
Es el sitio de la anticipaciĆ³n de la jugada y de la posibilidad del daƱo. Al neuquino le tocarĆ” la complejĆsima tarea de conducir la ex SIDE en un escenario crucial para el futuro del kirchnerismo. Es el aƱo en el que Cristina se despide de la Presidencia, algo que promueve poco menos que un doble frente de batalla para la administraciĆ³n K.
Por un lado, los posicionamientos internos dentro del PJ; y por el otro, los estertores de la oposiciĆ³n, hilvanados por un discurso de la negaciĆ³n antes que por un proyecto. AsĆ, para Parrilli, ocupar el lugar que ocupa ahora es una ratificaciĆ³n de la confianza.
Tras once aƱos en la SecretarĆa General de la Presidencia, junto con el secretario de Legal y TĆ©cnica, Carlos Zannini, es uno de los que mĆ”s aƱos lleva en la Rosada. Esto habla de su incondicionalidad, pero tambiĆ©n de lo que significa ser confiable en el entorno presidencial.
La designaciĆ³n tuvo su folclore local. En el PJ neuquino algunos oscilaban entre la algarabĆa y la cara de pĆ³ker.
Se hacĆan la misma pregunta de quienes le daban el pie al ChapulĆn Colorado (“Y ahora, ¿quiĆ©n podrĆ” defendernos?”), toda vez que el neuquino, el gran titiritero del culebrĆ³n que envuelve a una de las fĆ³rmulas opositoras que irĆ”n por la GobernaciĆ³n en 2015, tendrĆ” una sobreabundancia de labores, por decirlo de forma barroca. Fue una suerte de pĆ”nico escĆ©nico colateral. Hasta que luego pensaron en los poderes del nuevo “superagente”.