El por qué de la militarización de las relaciones internacionales de EE.UU en América Latina - Piedra OnLine

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domingo, 28 de junio de 2015

El por qué de la militarización de las relaciones internacionales de EE.UU en América Latina

La militarización, motorizada por el creciente consumismo y el agotamiento de los recursos naturales -imprescindibles para mantener el patrón de consumo-, es una constante para el imperialismo estadounidense, quien viene perdiendo influencia en el mundo.


Frente a esto, Michael Klare, señala la necesidad de reconfigurar sus doctrinas, equipos y fuerzas para prevalecer en un entorno tan hostil como el que está en ciernes, mejorando la planificación estratégica y la capacidad de combate de sus fuerzas armadas.

El intenso crecimiento de China en la última década aumentó su influencia en África. En América Latina está más repartido con EEUU; sin embargo, más allá de los acuerdos estrictamente comerciales, hay hechos que ponen al gigante asiático a la cabeza de las relaciones internacionales con nuestra región en este siglo: la construcción del canal interoceánico en Nicaragua, la ejecución de un ferrocarril desde el litoral brasileño hasta el Pacífico peruano y la instalación de una estación satelital en Neuquén, entre otros.

Por otro lado, Rusia también cuestiona el poder del Pentágono, aunque no tanto desde el punto de vista de los recursos naturales, -ya que poseen grandes reservas-, pero sí desde el punto de vista de las relaciones con Europa Occidental, ya que está depende de la energía que provee Moscú. El conflicto de Ucrania y las repúblicas separatistas es su consecuencia.
En tanto, el Pentágono ha colocado “la competencia por los recursos en el centro mismo de su planificación estratégica”.

De modo que la “guerra contra el terrorismo” y los “Estados canallas” de Bush, o el comunismo que enfrentaba durante la Guerra Fría, tienen, -mas allá de la ganancia que obtiene el complejo militar-industrial-, la necesidad de controlar los recursos crecientemente escasos.

En América Latina, la preocupación por la “seguridad” regional, a partir de la Doctrina Monroe se fue consolidando hasta la creación del Comando Sur -dirigido por el Pentágono-, que después del 11 de septiembre de 2001, estableció una nueva maniobra, sintetizada en la “Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América”, asignándole prioridad a la batalla contra el terrorismo y el narcotráfico, la defensa de la “democracia”, los “derechos humanos” y la “libertad” y, fundamentalmente, con una profunda crítica al “populismo”, que es un término utilizado para denostar lo popular, nacional, latinoamericano y verdaderamente democrático, por parte del Pentágono y de intelectuales locales.

El accionar del Comando Sur se despliega en torno a cuatro ejes: 1.- Cooperación en materia de seguridad regional; 2.- Asistencia militar para mejorar la capacidad de combate de las fuerzas armadas de la región; 3.- Lucha contra el narcotráfico; 4.- Flexibilidad organizativa y operativa del Comando Sur para responder con rapidez y eficacia a los desafíos de la coyuntura.

Para ejecutarlos, -señala Atilio Borón-, el Comando Sur contempla la periódica realización de ejercicios militares, la instalación de numerosas bases militares en la región y la puesta en marcha de un conjunto de planes, como el ASPAN (Alianza para la Seguridad y el Progreso de América del Norte) el cual lleva a la expansión de las fronteras de EEUU sobre una entrega de soberanía mexicana y canadiense, donde la CIA, la DEA o el FBI, pueden actuar como si estuvieran en su país.

Con un México cooptado por el imperialismo, al sur del Río Bravo fracasó con el ALCA; sin embargo la “Alianza del Pacífico” le dio plena influencia a Estados Unidos sobre algunos Estados en la región, dándole un fuerte combate al proceso de integración que atraviesa la América Morena, expresado en UNASUR y CELAC, organismos que buscan consolidar el Comando Sudamericano de Defensa.

Sin embargo América Latina está poblada de bases militares (FOLs), estratégicamente ubicadas en la proximidad de grandes depósitos de recursos naturales claves. Las FOLs, solo deben tener una pista de aterrizaje para sus “C-17 Globemaster”, un lugar físico para albergar la tropa transitoria, un seguro abastecimiento de combustible, un equipo de comunicaciones y un buen sistema de radares. Las técnicas de guerra moderna no precisan nada más.

Telma Luzzani, autora del libro Territorios Vigilados, se preguntaba por qué en el 2008 se reactivó la Cuarta Flota, siendo Latinoamérica una región pacífica, y agrega que el potencial bélico desplegado es similar al de Oriente Medio.

Sumado a lo descrito, la “Escuela de las Américas” sigue funcionando en favor de las relaciones internacionales del imperialismo. Aunque hoy tiene otro nombre (“Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación de Seguridad”), y está localizada en Georgia, Estados Unidos luego del tratado Carter-Torrijos en 1977, aun sigue siendo influyente: salvo Argentina, Venezuela, Bolivia y Uruguay, los demás países envían allí a sus oficiales.

Nos preguntamos ¿por qué se tolera el establecimiento de las bases mencionadas?, y ¿por qué la población, los grandes medios, las universidades, la partidocracia y el Estado (con sus militares) no dicen nada al respecto frente a esta diplomacia del saqueo que nos propone el imperialismo?

Las respuestas surgen a partir de la comprensión del fenómeno de colonización cultural y el vaciamiento de la actividad política, entre otros elementos decisivos que forman parte de la explicación.

No es casual que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner afirme en un discurso dirigido a la Nación que “hay bases mediáticas instaladas en el continente dispuestas a bombardear todos los días los procesos y proyectos populares.”

Evidentemente, luego de años de ataques de todo tipo y “golpes suaves” dirigidos contra los gobiernos populares de Suramérica, sectores de la dirigencia extraen de su experiencia de conducción del Estado, algunas conclusiones sobre el formidable poder cultural de dominación del imperialismo.

Este fenomenal poderío facilita la movilización populista de la partidocracia, capaz de levantar en vilo a sectores sociales, -generalmente de clase media universitaria y afines-, embanderarlos detrás de las políticas oligárquicas y disponerlas en lucha contra gobiernos como el de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador o Venezuela.

Estos gobiernos en su mayoría han advertido la amenaza de la concentración de la propiedad de los monopolios de las telecomunicaciones, pero no han atacado la raíz del problema, que yace en gran parte de la Universidad, con sus profesores y planes de estudio desnacionalizadores.

Así es como la colonización cultural, la concentración mediática, la expropiación de la actividad política y la sustitución del movimiento nacional por la partidocracia, permiten ocultar a las grandes mayorías populares la militarización impuesta por Washington sobre América Latina. Es hora de correr el velo.